27.4.07

Tarjeta de Embarque

Ventanales grandes presiden la parte derecha de la estancia, más grandes que un hombre, incluso más grandes que un hombre grande. Detrás de los ventanales columnas rojas sujetan la cubierta del edificio, delante de ellas, en el interior, un enorme hall lleno de hileras entrecruzadas de butacas con respaldos acolchados de color granate y asientos metálicos en chapa lacada en gris, ocupan el espacio vacío de la caverna de hormigón. Terminal 1 del aeropuerto de Alicante.

Llego a un asiento cercano a la puerta de embarque y reflexiono:

  1. ¿Alguien ha conseguido alguna vez embarcar a la hora que pone en su tarjeta de embarque en un vuelo que no sale a primera hora de la mañana?
  2. ¿Alguien a conseguido alguna vez embarcar por la puerta de embarque que figura en su tarjeta de ídem?

    y la más difícil de todas, al menos para mi:

  3. ¿Alguien ha conseguido alguna vez llegar con la tarjeta de embarque completamente lisa, en el mismo estado que se la entregan a uno en el mostrador de facturación, a la puerta de embarque?
Bien, pues sea cual sea vuestra respuesta a esas tres cuestiones, yo en mis últimos tres vuelos puedo responder que no a las tres. Curiosamente estos últimos tres vuelos han partido del aeropuerto de Alicante, lo cual me lleva un arduo debate interno: o soy el pringao con peor suerte en lo que a embarques se refiere o el aeropuerto de Alicante funciona como el culo.

He de decir en honor a la verdad, que en la tercera de las cuestiones planteadas anteriormente soy yo más culpable que el aeropuerto, por aquello de lo manazas que puedo llegar a ser. Pero es que llega uno a los arcos de seguridad con su 'maletita' de portátil, su cinto con hebilla metálica, su bolsito y su cazadora en el brazo porque dentro del aeropuerto hace mucho calor y en la otra mano portando la dichosa tarjeta de embarque, porque te la piden en cuarenta sitios antes de conseguir embarcar. Y saca el portátil de la bolsa y déjala en una bandeja a parte, quítate la chaqueta, el cinto, y el bolso y ponlo en otra bandeja y como si llevar dos bandejas no fuera suficiente acuérdate de pasar también la bolsa del portátil. Única posibilidad para la tarjeta de embarque, o la boca o el bolsillo de atrás, la primera por muy secos que tengas los labios (no es mi caso, yo tengo unos labios en perfecta hidratación y carnosidad) provoca que la tarjeta se doble por la zona de la boca y se arrugue justo por donde la has pillado y en la zona que te coincide debajo de la nariz, por aquello de la condensación inherente a toda exhalación humana, y en el bolsillo de atrás del vaquero...en fin que os voy a contar en el hipotético caso de acordarme de que lo llevo ahí antes de sentarme, la misma turgencia de mis poderosas nalgas de jugador de tumbing profesional ya la dejan hecha unos zorros.

¡¡Hale!! ahí os quedáis que me llaman para embarcar, eso si una vez que me han cambiado la puerta de embarque, ¿cómo íbamos a subir al avión por el primer sitio indicado? eso es para mariquitas, vamos a ponerlo un poquito difícil, en plan jincana que así mola mucho más. En fin pilarín, que como el ministerio actual de fomento y los posteriores se lo curren un poquito y extiendan el AVE, a mi no me vuelven a ver en un aeropuerto hasta que haga mi bien merecido viaje a las seichelles (o como se escriba que no me apetecía abrir google maps).

12.4.07

Se agarraba la carne a puñaos

Hola Romero!! ¿cuánto tiempo que no coincidíamos? Fíjese, ayer vi a Isabelita y le pregunté por usted. ¿Que tal está? le veo más gordito.
Romero, esbozó una sonrisa que dejó ver su mal ajustada dentadura postiza, se llevó sin vacilación alguna, como si hubiera estado todo el día ensayando el gesto o como si se hubiera pasado la mañana deseando hacerlo, la mano a su bragueta y apretando no con poca fuerza, sin ser capaz de contener aquella risa pegajosa suya, contestó: - ¡¡¡Ya ve, me agarro la carne a puñaos!!!

Ese era Romero, así era mi abuelo. Alegre, irónico como pocos y bastante payasete para que engañaros.
Un tipo peculiar, paradójico, era independiente como ninguno, pero engordó el censo ponferradino con 6 retoños, bueno en realidad, 4 retoñas y 2 retoños (uno de ellos el padre que hizo que me parieran), nunca tuvo en su minúscula casa, menos de 2 especies de animales distintas, entre las que casi siempre había una raza de perro.

Autoritario y terco, provocó todos los cabreos y desagravios que puede soportar una familia, pero también supo construir precisamente eso, una familia (¡y que familia!).
Alegre y agradable, irónico y jactancioso, supo mantener unida de alguna extraña forma a su pequeña sociedad. Sociedad que no para de crecer, con 13 nietos, 3 biznietos y el cuarto en camino.

Han pasado los años, muchos años, nada menos que 92. 92 años en los que han cabido muchas cosas, una infancia de novela, una juventud teñida del negro de la bruma que deja en el aire el humo de la guerra y una vida en familia donde el dinero se escurría por los desagües.
En fin, una vida que daría para 10 blogs y un epílogo y que dejo más o menos reseñada con este chapucero resumen, que para ser sinceros, no le hace justicia.

Espero que los nuevos caminos que se abran ante ti después de tu muerte, si es que existen tales, se te den igual de bien que todos los que anduviste en vida, que no fueron pocos.

ADIÓS ABUELO.